En un lugar muy alejado y un tanto desolado,
estaba Aliaba un niño pequeño el cual nadie cuidaba.
Se decía que su madre era una mujer importante
y que su padre simplemente era alguien distante.
El pequeño en el bosque habitaba y él creía
que a volver nadie le insistía,
ya que nadie cerca lo quería,
debido a esto su vida vacía sentía
Él su rutina memorizada ya tenía,
y es así como su día a día se resumía,
desayunar, caminar, cazar, cocinar, ordenar y llorar,
ya que aunque él no lo admitía, estar solo no quería.
Aunque la triste realidad,
no es que nadie lo amara en verdad,
si no que sus padres
ya habían abandonado esta realidad.
Un día un joven caballero de un pueblo granjero,
se fue al bosque en busca de un buen madero.
Caminó y caminó hasta que unos golpes escuchó,
por curiosidad se acercó y al pequeño Aliaba observó
El caballero confundido y expectante estaba,
ya que esto nunca pasaba,
sin decir ni una palabra,
hasta Aliaba avanzaba determinado
y posando una mano sobre el menor
logró captar su atención,
el niño debido por la impresión
corrió pisando sin precisión.
No sabía si el joven como amigo o enemigo se acercaba.
Ya que ni la luz ni el apuro lo ayudaba.
Debido al descuido del pequeño Aliaba
una trampa puesta por él mismo en ese instante pisaba.
Una cuerda de cabeza lo colgó
y un fuerte golpe en su nuca recibió,
por esto sus ojos durante mucho tiempo cerró,
pero pasado un rato una voz lo despertó.
Su madre entró en su pequeña pero linda habitación
y con un dulce tono pronunció:
“es momento de despertar, querido, ya deja de soñar.”
Y sus ojos llorosos abrió.
Consolado fue entre los brazos de esa mujer,
esa mujer que con gran cariño lo acogió,
ya que el día de su nacimiento
en el hospital ningún familiar lo reclamó.