Hay un niño que revolotea en mis sueños,
es mi hijo el que no nació.
Se hizo fulgor de flores distantes
y no pude tomarlo y ponerlo en su cama
de madera olorosa a sur y a viento.
Se me fue tan rápido
que no alcancé a ver sus ojos
ni a medir sus llantos nocturnos.
Sólo me quedó un vacío con olor a leche
y un amargor que sube desde mi estómago.
No correrás conmigo buscando el final del arcoíris
ni mamarás las tetas de tu madre
que llora a escondidas detrás de su cuartel de ollas.
¡ Hijo mío, te amo!, aunque no te conocí
te veré siempre en los ojos de tu madre cuando mira
los girasoles botando sus semillas.